El valor de la prudencia siempre ha hecho que las personas que lo viven, pasen por rectas y sabias.
Y es que con gente así, los demás creen y confían con seguridad no sólo sus problemas externos, sino los internos, relacionados con su intimidad.
En algunas profesiones se hace necesaria. En otras obligatoria y se cobija con el nombre de “ética profesional”.
Es la virtud que ayuda a la persona a discernir entre lo que es positivo (para impulsarlo o dinamizarlo), de lo que parece negativo (para luchar contra él o para huir de él).
La persona prudente llena un vacío, ante la falta de discreción, de comprensión y de indulgencia para con los demás.
Quien actúa con prudencia, generalmente no tiene de qué arrepentirse, porque trata las personas, los temas, las circunstancias y en si toda la vida bajo la óptica de la responsabilidad del “aquí” y el “ahora”, con el enfoque de del “allá” y el “entonces”.
Es por eso, tal como lo dice José Saramago en su obra: Ensayo sobre la ceguera:”Si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tardes las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón.”Es por eso que la prudencia nos debe acompañar siempre en nuestro diario vivir para vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.
Bibliografía: AGUDELO, Humberto Arturo. Educación en los valores.Ed.Paulinas.
Y es que con gente así, los demás creen y confían con seguridad no sólo sus problemas externos, sino los internos, relacionados con su intimidad.
En algunas profesiones se hace necesaria. En otras obligatoria y se cobija con el nombre de “ética profesional”.
Es la virtud que ayuda a la persona a discernir entre lo que es positivo (para impulsarlo o dinamizarlo), de lo que parece negativo (para luchar contra él o para huir de él).
La persona prudente llena un vacío, ante la falta de discreción, de comprensión y de indulgencia para con los demás.
Quien actúa con prudencia, generalmente no tiene de qué arrepentirse, porque trata las personas, los temas, las circunstancias y en si toda la vida bajo la óptica de la responsabilidad del “aquí” y el “ahora”, con el enfoque de del “allá” y el “entonces”.
Es por eso, tal como lo dice José Saramago en su obra: Ensayo sobre la ceguera:”Si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tardes las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón.”Es por eso que la prudencia nos debe acompañar siempre en nuestro diario vivir para vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.
Bibliografía: AGUDELO, Humberto Arturo. Educación en los valores.Ed.Paulinas.
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