Cada una de mis pequeñas caídas, a lo largo del
tiempo, me fueron doblegando, logrando así el enemigo su objetivo, desviarme
totalmente del camino. Mis armas nunca estuvieron bien cargadas, y soporté mi
escudo en mi condición humana, lanzándome a un juego soberbio, que no debía
enfrentar y que con seguridad podría perder.
Mis aliados fueron permeados por el enemigo,
dejándome en una lucha solitaria, donde se enceguecieron mis ojos, bloqueando
las salidas, perdiendo así la batalla, la cual superó todas las consecuencias
que aquello podría tener, quedando situado donde nunca pensé estar, en el peor
momento de mi vida.
Derrotado en mi débil resistencia, donde la mentira
se terminó convirtiendo en mi bandera y la determinación, el respeto y el amor
propio se fueron desvaneciendo, engañados por un placer utópico y pasajero,
logrando aflorar lo más infame de mi ser, hasta mi alegría desaparecer.
Ahora, con un espíritu débil y manchado, y enfrentado a un enemigo que permití fortalecer, sé que debo tomar el aliento, ese aliento que no proviene de mí, para afrontar mi más grande lucha, una lucha dura y difícil, donde no está permitido perder y en la cual yo soy el principal enemigo a vencer.
Ahora, con un espíritu débil y manchado, y enfrentado a un enemigo que permití fortalecer, sé que debo tomar el aliento, ese aliento que no proviene de mí, para afrontar mi más grande lucha, una lucha dura y difícil, donde no está permitido perder y en la cual yo soy el principal enemigo a vencer.
La guerra aún no ha terminado, y aunque en este
momento no sé cómo vencer, estoy convencido que debo
hacerlo, encontrándome a mismo, recuperando la confianza,
reencontrando mi camino y así al final del empedrado camino lograr obtener mi más
maravillosa recompensa....
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